Les presentamos una nueva Historia de Familia, la primera del 2018. Invitamos a todos a sumar su propia historia de familiares inmigrantes para reconstruir así la memoria de nuestras raíces. Podés hacerlo mandando un mail con la historia a cultura@macabinoar.com.ar


La vida de mi madre Esther Scliar en Rusia (Sebastopol donde vivió) fue triste en la época de la guerra de 1914. Fue militante del Bund (partido socialista que buscaba la unión de los trabajadores judíos de Rusia). Vivió en un sótano acompañada de un hermano menor (Berl Scliar) y dos criaturas cuyos padres murieron.

Su hermana Rivka tenía dos nenas; al marido lo mataron. Los cosacos fueron los que hicieron esos crímenes y Rivka murió del corazón. Esas niñas estaban con mi madre en el sótano.

Comían papas crudas y lo que conseguían; el tifus se estaba propagando en todos lados y los grandes no comían para que los chicos puedan hacerlo. Mi madre estaba de novia, pero lo dejó para venir a la Argentina en barco, donde ya había familiares. Vivieron en un conventillo y se arreglaban como podían, comiendo mucha mora del árbol que tenían en el patio.

Conoció a mi padre y se casaron, criando siempre a mis dos primitas que salieron casadas de nuestro hogar: eran dos hermanas más. Desgraciadamente fallecieron al igual que sus maridos, y quedaron sus hijas de la cuales tengo una relación muy allegada con una de ellas.

A un hermano de mi mamá lo mataron los cosacos; quedaron seis. Todos vivían en Rosario, luego se fueron a Buenos Aires donde levantaron entre todos una fábrica de muebles; vivieron sin nada y trabajaron con gran esfuerzo. Los Scliar eran famosos; el hermano de mi mamá murió a los 105 años.

De mi padre sé poco, no contaba nada. Froim Hoischeter (ése era su nombre) fue maestro de idish y hebreo en Rusia, un judío muy tradicionalista. Iba al templo; recuerdo que lo esperaba a la salida de las fiestas religiosas.  Fue cuentenik: en el sector mayorista lo querían mucho; compraba la mercadería llevando la plata en un paquetito atado con una gomita. Era muy decente: cuando estaba muriendo se acordó que debía un saldo a un negocio y le dio el dinero a mi marido Pocho Griboff para que lo pague. El dueño del negocio, el Sr. Levy, no lo quiso aceptar. Froim murió el día de Iom Hashoá el 27 de abril de 1976; en su entierro el jazán de Rosario le dijo a mi hijo Lucho que nadie podía imaginar lo que ese hombre sabía de Torá y de la historia del Pueblo Judío.

Acá en Argentina tenía una hermana Rosa que vivía en Moises Ville; ella falleció. Tenía dos hijos, Gregorio y Rebeca; ella a su vez tuvo dos hijas: una vive en Jerusalem y otra en Rosario (que es médica).

Yo fui muy feliz y orgullosa de mi familia; éramos muy humildes, pero nunca nos faltó nada: educación, estudio, y sobre todo dimos la vida por la colectividad que era Macabi, después Hebraica y ahora es USAR.

 

Rive de Griboff

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