Me invitó a tomar mates a su casa, me recibió como a una amiga. Aquellos que la conocen pueden dar fe de que se trata nada más ni nada menos, que de las personas más apasionadas y comprometidas de nuestra comunidad. En lo personal me enseñó mucho, una referente única y no solo para mí, para todo su equipo, su tzevet y janijim. De las personas más obsesionadas con los horarios y organizada que conocí. Líder, educadora y que transmite. Y por sí todavía no adivinaste de quien hablo; ella es Tati Morozovsky, ahora ex Directora del área de rikudim de Macabi Noar.

Apasionada por el trabajo comunitario desde chica, Tati arrancó Escuela de Madrijim y el Ulpán de Morim antes de terminar el secundario. Continuó sus estudios obteniendo el título de Licenciada en Relaciones Públicas e Institucionales. Toda su vida participó y participará en la tarea comunitaria «Me gusta estar y colaborar en lo que haga falta en nuestra comunidad». Es así como ella recuerda cada detalle de un festival o de un Camp, desde sus inicios como morá del grupo más chiquito en el año 2008 y hasta la actualidad.

Fue en el año 2012 cuando Tatiana asumió como Directora del área junto a Marcelo Marianoff y Gisela Schweiger. «Siendo los tres mosqueteros (risas) encaramos la dirección siendo un equipo. Estoy muy contenta de todo lo que hicimos juntos. En estos últimos años seguimos apostando a más y con Marce tuvimos la oportunidad de realizar el Leatid para jóvenes como se hacía en el club viejo, eso fue realmente muy gratificante«. Disfrutando de ser morá de todas las edades, organizar festivales y transmitir esa pasión por todas partes, destaca su amor por el baile, por el sentimiento de estar en comunidad y de transmitir valores judaicos. “La magia de estar en un mismo maagal, donde probablemente las personas que están junto a otras no se conocen, pero que cuando se enciende la música, todos estamos conectados. En un maagal, somos todos iguales, no hay diferencias». Para ella, Rikudim es un pilar de la educación judía no formal, Folklore que se compone de las diferentes etnias y grupos que migraron a Israel.

Al igual a que una danza que se moderniza continuamente y apuesta por los cambios, ella también lo hace. Confiando en que es momento de dejar lugar a las generaciones más jóvenes que tomen el timón de este barco, Tati da un paso al costado. «Cerrar etapas y abrir nuevas. Dar espacio a otros. Creo que cumplí un ciclo desde este lado y siempre voy a estar para todo lo que sea comunitario porque es algo que me encanta.»

“Rikudim fue mi cable a tierra todos estos años, disfrutando cada sábado, Camp, Leatid, viaje, capacitación, y creo muchas amistades que hoy me llevo, entre ellas mi mejor amiga Romi Levy que hoy juntas cerramos esta etapa“.

Tati siempre bailó una danza auténtica, en ronda para disfrutar en comunidad y estar en contacto agradeciendo por las pequeñas cosas.

Mientras el agua del termo se enfriaba de tanto hablar, llegábamos al final de nuestro encuentro. Le pregunté sobre su equipo de trabajo, el tzevet. «El trabajo del moré es infinito. Es una formación constante que con el paso del tiempo te ayuda a soltarte y a disfrutarlo cada vez más. Es un lindo tzevet, con una linda energía que nos hace vibrar a todos juntos la misma pasión. Confío en ellos y no tengo dudas del excelente trabajo que van a hacer.»

Se abre la puerta grande, es así como decimos hasta pronto a esta gran personita. Tati Morozovsky, quien agradece a su tzevet, ex morim, subco y janijim por haberle permitido compartir, disfrutar y contagiar esta pasión rikudera.

 

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